martes, 8 de septiembre de 2009

Luces, Cámara, Acción



La nueva ofensiva mediática del gobierno venezolano usando las más capitalistas tácticas del mercadeo de Hollywood son una muestra más del profundo desprecio que el primer mandatario siente por todos los venezolanos, incluyendo aquellos que le han acompañado a lo largo de estos tortuosos 10 años.

Usar a una de los más encumbrados representantes del 7mo arte para vender al mundo la irrealidad de Venezuela si no fuera trágico sería cómico. Pero desafortunadamente es lo primero.

Un país donde mueren 70 personas cada fin de semana a manos del hampa, que sufre constantes apagones, las mujeres deben parir en la calle, en un taxi o sufrir la desverguenza de morir sin que las atiendan, donde a diario en los noticieros se solicitan ayudas médicas, en el cual una vida tiene el costo de un teléfono, con hospitales sin dotación, sin seguridad jurídica, con restricciones a la libertad de expresión, de manifestación y de culto, en el que se criminaliza la protesta hasta del sector informal y donde los derechos humanos son un excusa prescindible, sin duda alguna puede ser objeto de un documental.

Pero Oliver Stone quiere venderle al mundo por unos cientos de millones de dólares, sin restricciones de Cadivi que nosotros vivimos en una país que sólo sus ojos y los ojos de los revolucionarios del Des Bain en Venecia pueden ver.

Este mercenario del arte ha tenido una destacada trayectoria justamente mostrando realidades como en Platoon, pero el documental de marras es sin duda alguna su mejor film de ciencia ficción, con efectos especiales, de sonido, de fotografía y puesta en escena donde no cabe el error.

Al dar la orden el nefasto Director y gritar: luces, cámara, acción, comenzó el rodaje, el actor principal luciendo cambios de vestuario acordes con la escena, los muchos actores de reparto agrupados en el sindicato de los Albistas, y los cientos de extras, perfectamente uniformados de rojo, dieron vida a la obra.

Lo lamentable es que el escenario en esta tierra nuestra que alguna vez fue considerada la sucursal del cielo y que hoy es sencillamente una franquicia del infierno.