miércoles, 6 de octubre de 2010

Un Embajador Liquidado

Les recomiendo este artículo de Jorge de Esteban
Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense y Presidente del Consejo Editorial de EL MUNDO. Ha sido embajador de España en Italia y Presidente de UNEDISA-EL MUNDO. Autor de más de cuarenta libros de Derecho Constitucional, Ciencia Política y Diplomacia.

Un embajador liquidado
06OCT201012:39

Es frecuente definir a un embajador como una persona a la que se la envia a otra nación para mentir en bien de su país. Axioma que si es exagerado, no deja de encubrir un gran fondo de verdad. En otro sentido, como decía John K. Galbraith, que fue embajador de Estados Unidos en India en la epoca de John F. Kennedy, alguien que ha sido representante de su país en otro, no debe nunca hablar mal del país en que ejerció su mandato.
Y con mayor razón mientras está ejerciendo su misión, pues no sólo sería contraproducente que atacase al país que le ha recibido, sino que esta falta de tacto es materia suficiente para que le sea retirada la confianza que le otorgó el país en que representa al suyo, porque tal actuación es una muestra de estupidez y un ataque intolerable que no se le puede perdonar.
En suma, bien está que mienta o que calle cuando se trate de defender los intereses o el prestigio de su país, pero bajo ningún concepto puede inmiscuirse, incluso con falsedades, en los asuntos internos del país en que ejerce su misión.
Estas reglas de conducta las conocen tanto los diplomáticos de carrera como los llamados embajadores políticos que son nombrados en numerosos países. Sin embargo, este señor que fue nombrado por el presidenteChávez como embajador de Venezuela en España, y que tiene un pasado un tanto vidrioso, parece desconocer estas reglas por completo y lo más acertado es que después de su pifia, dimita y se marche a pescar a su país, sin perjuicio de lo que haga el Gobierno español.
En efecto, tras las declaraciones de los etarras Xabier Atristain y Juan Carlos Besance, señalando que habían recibido adiestramiento en Venezuela durante los meses de julio y agosto de 2008, el presidente Chávez ha declarado que es falso, lo cual no se puede creer si tenemos en cuenta el acopio de pruebas que ya existen para demostrar que muchos etarras son entrenados, o gozan de un trato de favor, en un país que tradicionalmente es considerado como partidario de la guerrilla en otros países.
Sea lo que fuere, el hecho es que el embajador de Venezuela, Isaías Rodriguez, en Madrid, hizo unas declaraciones ante la prensa en las que podía haberse limitado a mentir a favor de su país, sin más consecuencias, pero este antiguo fiscal partidario de Chávez, cruzó la línea roja que un diplomático nunca debe traspasar. En efecto, el diplomático venezolano dijo textualmente que “la supuesta confesión bien pudo ser arrancada irregularmente y si así fuera no tendría ningún valor probatorio”. Este señor se olvidó de que era embajador y actuó como un fiscal, que es lo que es profesionalmente, viniendo a afirmar de manera tácita que en España se tortura a los terroristas, sin aportar la menor pruebla, es decir, calumniando al país en el que está acreditado.
De este modo, aun siendo jurista, desconoce por completo el Convenio de Viena sobre relaciones diplomáticas de 18 de abril de 1981, en cuyo artículo 3, entre las funciones que debe cumplir un embajador, figura la de fomentar las relaciones amistosas entre el Estado acreditante y el Estado receptor.
El artículo 41 del mismo Convenio, indica que los diplomáticos acreditados en un país “están obligados a no inmiscuirse en los asuntos internos de ese Estado”. Pero, además, no cabe ninguna disculpa a este embajador, en el sentido de que su intolerable insinuación fuese un lapsus linguae, porque cuando manifestó su opinión lo hizo leyendo un papel del que no levantó la cabeza ni un solo instante.
En consecuencia, un error en política se puede corregir, pero un error en la diplomacia es prácticamente imposible de superar y olvidar, por lo que el Gobierno español, si es que tiene todavía idea de lo que es la dignidad nacional, debe aplicar inmediatamente el artículo 9 del Convenio citado y que dice así: “El Estado receptor podrá en cualquier momento, y sin tener que exponer los motivos de su decisión, comunicar al Estado acreditante que el jefe u otro miembro del personal diplomático de la misión es persona non grata o que cualquier otro miembro del personal de la misión no es aceptable. El Estado acreditante retirará entonces a esa persona o pondrá término a sus funciones en la misión según proceda”.
Este artículo, que debe desconocer el embajador venezolano, como demuestran sus declaraciones, lo conoce sin duda el ministro Moratinosy, por tanto, lo debe aplicar ya.