jueves, 23 de agosto de 2012

Un imperio, dos imperios: El Imperio

A propósito del asilo otorgado a Julián Assange por Ecuador haciendo uso del derecho soberano que le asiste que recibir en su territorio a quien considere que merece su protección, vale la pena hacer algunas reflexiones. La figura del asilo es tan vieja como las relaciones entre los estados, sus orígenes se remontan a la protección que las iglesias otorgaban a los perseguidos y que una vez dentro del templo las autoridades civiles o militares, respetando la autoridad eclesiástica, en la mayor parte de los casos les permitían quedarse allí sin ser perturbados. En nuestra región, ha sido una institución respetada, valorada y aceptada. Tiene antecedentes remotos. En 1928, la Convención sobre Asilo firmada en la Habana en la Sexta Conferencia Internacional Americana, y posteriormente la Convención de Montevideo sobre asilo político de 1933. La evolución del derecho americano llevó a que en la Décima Conferencia Interamericana celebrada en Caracas se adoptara la Convención de Asilo Territorial en 1954, ésta, contiene los principios y fundamentos que los estados del hemisferio han aplicado para otorgar o negar las solicitudes de asilo. Algunos países respetuosos del derecho, la han acatado y puesto en práctica, especialmente para otorgar la protección y otros la han ignorado u omitido al negar los salvoconductos o intentar ingresar a delegaciones diplomáticas para sacar por la fuerza a los perseguidos. Basta recordar el caso del asalto que los cubanos hicieron en 1981 a la embajada de Ecuador en La Habana obviando la “inviolabilidad de las sedes diplomáticas”, esa misma que hoy pregonan para Ecuador en Gran Bretaña y que debe respetarse conforme lo ordena la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas y consulares de 1961. Ejemplos de asilo controversiales abundan en Latinoamérica. En 1950, Víctor Raúl Haya de la Torre se asiló en la embajada de Colombia en Perú y esta nación aplicando el artículo 2 de la Convención de La Habana lo otorgó Las autoridades peruanas, se negaron a concederle el salvoconducto para abandonar el país, por lo que tuvo que permanecer en la legación durante 5 años. Venezuela, se convirtió en el receptor de perseguidos actuado con la debida reciprocidad en virtud de los cientos de venezolanos que durante las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez fueron acogidos y recibieron asilo fuera de nuestro territorio. Por ello, resulta paradójico que después de 54 años seamos nuevamente exportadores de ciudadanos solicitando protección y asilo. Un caso que evidencia la incoherencia de la diplomacia oficialista frente al caso Assange, es el asilo de Nixón Moreno, quien se refugió en la Nunciatura Apostólica de Caracas La Santa Sede le concedió el asilo político y la protección hasta enviarlo a un tercer país dado su imposibilidad de mantenerlo en Roma por las especiales características que internacionalmente posee el Vaticano. Las autoridades venezolanas no sólo le negaron el salvoconducto sino que amenazaron con sacarlo a la fuerza de la legación. Finalmente, Moreno se fugó hacia Perú. El asilo a Assange es controversial, Ecuador tiene derecho a calificarlo y en consecuencia brindarle su apoyo. Ahora bien, siendo el asilado el paladín de la libertad de expresión se protege en un estado que amenaza, persigue, sanciona y obliga a emigrar a los propietarios de medios de comunicación. Un asilado no puede hablar sobre su caso y no debe participar en actividades políticas en el territorio del estado que lo protege, vale decir, está condenado al silencio. No al silencio de cualquiera, sino de un ciudadano que hizo de la filtración de documentos y la libertad de información universal una cruzada. Ecuador pasó de la arrogancia al exigirle a Gran Bretaña el otorgamiento del salvoconducto con base a la Convención de Caracas omitiendo que Londres no hace parte de la misma, a la negociación y a la búsqueda de mecanismos alternativos. Gran Bretaña puede negarse como lo hizo Perú y Venezuela y Assange deberá permanecer en la embajada por tiempo indefinido. Los casos narrados, ponen de manifiesto el lenguaje maniqueo y la doble moral con la que actúan los albistas. Que demanden respeto a Gran Bretaña para que esta no irrumpa en la embajada conforme a la Convención de Viena, es correcto, pero que se rasguen las vestiduras y amenacen al imperio, con acciones contundentes no solo es risible, sino profundamente hipócrita pues le niegan a los suyos el derecho que exigen para otros. Y termina uno preguntándose ¿Qué hubiera pasado si Assange en vez de asilarse en la embajada de Ecuador lo hubiera hecho en las de China o Rusia? ¿Estarían amenazándolos como a Gran Bretaña? ¿O es que esos dos imperios si son buenos? Saque usted sus propias conclusiones. @matebe

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