viernes, 30 de septiembre de 2022

 


 El Brasil que nos acoge

Artículo publicado originalmente en portugues, en el portal: Crusoé Uma Ilha no Jornalismo

Disponible en: https://crusoe.uol.com.br/secao/reportagem/o-brasil-que-acolhe/ 

Desde 2018 Brasil y Venezuela han estado más cerca que nunca antes en toda su historia. No tiene que ver con la firma de nuevos acuerdos comerciales, inversiones o aumento de las exportaciones, elementos por los cuales se miden las relaciones entre los países. Es la llegada de miles de ciudadanos provenientes de todas las ciudades y pueblos de Venezuela a los 27 estados de Brasil, a través de la frontera de Pacaraima en Roraima, la que marca esta nueva etapa en las relaciones binacionales.

Desde que comenzó la crisis humanitaria compleja, aunada a la de gobernabilidad en Venezuela, 6,8 millones de venezolanos han abandonado el país. Brasil es el quinto receptor de los migrantes a través de la Operación Acogida, el programa federal creado en 2018 y cuya ejecución depende de las Fuerzas Armadas quienes, en conjunto con agencias internacionales como OIM y ACNUR, merecen el reconocimiento mundial por su desempeño.

Las historias de cada refugiado y migrante venezolano, recogidas por los militares, voluntarios y personal de las agencias, dan cuenta de la magnitud del daño: desnutrición infantil y de adultos, familias destruidas y desarticuladas por la persecución política; menores sin padre ni madre porque murieron de hambre; niñas menores de edad que huyeron de las minas del Arco Minero después de ser obligadas a prostituirse y que llegaron embarazadas a la frontera. Ciudadanos condenados a muerte por falta de tratamiento médico; hombres, mujeres y niños a pie, con lo que podían cargar, llegan a Brasil buscando lo básico: comida, agua para poder bañarse dignamente, luz y salud. También libertad. Esa, negada para todo: pensar, elegir y soñar con un futuro para los hijos.

Por esa frontera entre Venezuela y Brasil han pasado más de 700 mil venezolanos. Muchos siguieron a otros países, pero según cifras oficiales, hoy viven aquí aproximadamente 358 mil, con Registro Nacional Migratorio o Protocolo de Refugio, inscritos en el sistema SUS, con CPF y derecho al trabajo. Los venezolanos fueron recibidos con los brazos abiertos y también con dignidad, respeto y afecto. Además, durante la pandemia recibieron el auxilio de emergencia de 600 reales que fue aprobado por el Gobierno Federal y fueron vacunados contra el COVID sin ningún tipo de discriminación, como cualquier ciudadano brasileño, cosa que no ocurrió en otros países donde sabemos que hubo diferencias entre nacionales y extranjeros. 

La Operación Acogida, junto al sector privado y las agencias internacionales, ha trasladado desde el estado Roraima hasta 838 municipios de Brasil, a 80 mil venezolanos para reencontrarse con familiares, amigos o comenzar un trabajo y una nueva vida. Un trabajo coordinado, en el cual el migrante y refugiado venezolano recibe educación sobre el país que lo acoge e información sobre la ciudad y el estado al cual va a vivir y la empresa donde va a trabajar, si fuera el caso. El tratamiento que se da a los migrantes y refugiados en Brasil no se compara al de otros países y, por ser la venezolana la mayor crisis migratoria de la actualidad sin estar el país en guerra ni haber sufrido un desastre natural, la Operación Acogida es reconocida mundialmente por su desempeño.

En este escenario, las cifras oficiales estiman que en los últimos tres meses 25 mil venezolanos ingresaron a Brasil, contrariando lo que pregona la narrativa oficialista del régimen de Maduro de que “Venezuela se arregló”. Esta misma semana, su embajador en la ONU afirmó que el 60% de los migrantes había regresado al país, que la migración no existe y que son “fantasmas”. Esto es un irrespeto a la realidad y al trabajo de las agencias internacionales.

Una media de 1.800 venezolanos por día abandona el país, por la frontera con Colombia -donde hoy habitan 1,8 millones-, con Brasil o en pequeñas embarcaciones por el Mar Caribe. La otra cara atroz de la migración es la peligrosa selva del Darién en Panamá. 85% de los migrantes que la atraviesan son venezolanos y el incremento del flujo, entre 2021 y 2022, es de 70%. La semana pasada una niña murió ahogada y un niño fue asesinado por un disparo, por solo citar dos de los casos más recientes.

Las imágenes de nuestros ciudadanos siendo empleados, muy lamentablemente, como fichas políticas en la campaña electoral de los Estados Unidos es una muestra de la dimensión de la crisis. Nada nos hace pensar que en el corto o mediano plazo el flujo migratorio se detendrá porque las causas que lo originan siguen presentes: Maduro, su régimen y sus políticas.

En pocos días habrá un proceso electoral en Brasil para elegir al presidente de la República, miembros del Congreso y gobernadores. Sin embargo, la situación de nuestros venezolanos y su futuro es algo sobre lo cual estamos obligados a indagar. De allí que revisando los programas y planes de gobierno presentados por quienes aspiran a la conducción de la Nación no encontramos ni propuestas ni comentarios sobre algo fundamental que nos atañe.

Brasil es un gran país formado por inmigrantes y nuestros venezolanos ahora son parte de él. Cada día llegarán más porque ya hay miles de familias que echaron raíces y están trayendo a los suyos, como ha ocurrido históricamente con otras olas migratorias. Tener planes y programas claros como hasta ahora garantiza una migración legal, segura y una integración rápida que contribuye al crecimiento del país.

Brasil es hoy país miembro no permanente del Consejo de Seguridad y del Consejo de Derecho Humanos de la Organización de las Naciones Unidas. Su compromiso con la libertad y con la defensa y la dignidad de los migrantes ha sido el norte que ha guiado sus acciones, siendo el único país que aplica la convención de Cartagena reconociendo la condición de refugiados a los venezolanos. Un legado que llena de orgullo a las mujeres y hombres de la Comisión Nacional del Refugiado (CONARE) y de la Operación Acogida a los que jamás tendremos como agradecerles.

Por ello, con preocupación genuina y respeto frente al futuro cercano, pregunto: ¿Cuál es el destino la Operación Acogida? ¿Qué sucederá con el programa de atención a los migrantes y refugiados venezolanos en Brasil?

 

María Teresa Belandria


O Brasil que acolhe

Migrantes e refugiados venezuelanos foram incluídos no SUS e transportados para 838 cidades, onde ganharam uma vida digna. Qual será o futuro desse programa?

Brasil e Venezuela nunca estiveram tão próximos como nos últimos cinco anos. Isso não tem que ver com a assinatura de novos acordos comerciais, investimentos ou aumento das exportações — elementos que costumam balizar as relações entre os países. É a chegada de milhares de cidadãos provenientes de todas as cidades e povoados da Venezuela para os 27 estados do Brasil, através da fronteira de Pacaraima, em Roraima, o que marca essa nova etapa nas relações binacionais.

Desde que começou uma crise humanitária complexa na Venezuela, 6,8 milhões de pessoas cruzaram as fronteiras. Por meio da Operação Acolhida, o Brasil tornou-se o quinto país que mais recebeu migrantes. Esse programa federal, criado em 2018, é coordenado pela Casa Civil e sua execução depende das Forças Armadas. Os militares, em conjunto com agências internacionais como a Organização Internacional das Migrações, OIM, e o Alto-comissariado das Nações Unidas para os Refugiados, Acnur, merecem um reconhecimento mundial pelas suas ações.

As histórias de cada refugiado e migrante venezuelano, coletadas por militares, voluntários e funcionários das agências, dão conta da magnitude dos danos: desnutrição de crianças e adultos; famílias destruídas e desarticuladas pela perseguição política; menores sem pai ou mãe porque eles morreram de fome. Crianças menores de idade que fugiram das minas da região do Arco Mineiro, depois de serem forçadas à prostituição, aproximam-se grávidas da fronteira. Cidadãos são condenados à morte por falta de tratamento médico. Homens, mulheres e crianças carregam tudo o que podem em um percurso a pé até o Brasil em busca do básico: comida, água para tomar banho com dignidade, luz e saúde. E também de liberdade. Na Venezuela, os cidadãos não têm liberdade para nada, seja para pensar, escolher seus representantes ou sonhar com um futuro para os filhos.

Pela fronteira entre a Venezuela e o Brasil já passaram mais de 700 mil venezuelanos. Muitos seguem para outros países mas, segundo estatísticas oficiais, hoje vivem aqui 358 mil. Eles receberam um Registro Nacional Migratório ou Protocolo de Refugio. Foram inscritos no Sistema Único de Saúde, o SUS. Portam CPF e têm direito ao trabalho. Os venezuelanos foram recebidos de braços abertos e também com dignidade, respeito e afeto. Além disso, durante a pandemia, ganharam o auxilio emergencial de 600 reais que foi aprovado pelo governo federal. Também foram vacinados contra a Covid sem qualquer tipo de discriminação, assim como qualquer cidadão brasileiro, o que não ocorreu em outros países onde existem diferenças entre nacionais e estrangeiros.

A Operação Acolhida, com a ajuda do setor privado e das agências internacionais, transportou 80 mil venezuelanos do estado de Roraima para 838 municípios brasileiros. Eles então puderam reencontrar familiares, amigos e começar uma vida nova. É um processo coordenado, no qual os migrantes e os refugiados venezuelanos recebem aulas sobre o país e sobre a cidade e o estado onde vão viver. Se for o caso, eles também aprendem sobre a empresa em que vão trabalhar. O tratamento que se dá aos migrantes e refugiados no Brasil não se compara ao de outros países. Por ser a crise migratória venezuelana a maior da atualidade em um país que não sofreu um desastre natural ou uma guerra, a Operação Acolhida é reconhecida mundialmente pelo seu desempenho.

Neste cenário, as estatísticas oficiais estimam que, nos últimos três meses, 25 mil venezuelanos entraram no Brasil, contrariando o que apregoa a narrativa oficialista do regime de Nicolás Maduro, de que a “Venezuela se consertou”. Nesta mesma semana, o embaixador de Maduro na ONU afirmou que 60% dos migrantes voltaram ao país, que a migração não existe e que foram inventados milhares de migrantes “fantasmas”. Isso é um desrespeito à realidade e ao trabalho das agências internacionais.

Uma média de 1.800 venezuelanos abandona o seu país por dia. Eles fazem isso pela fronteira com a Colômbia — onde hoje vivem 1,8 milhão —, com o Brasil e por pequenas embarcações no mar do Caribe. A outra cara atroz da migração é a perigosa selva de Darién, no Panamá. Cerca de 85% dos migrantes que a atravessam são venezuelanos e o aumento do fluxo foi de 70% entre 2021 e 2022. Na semana passada, uma menina morreu afogada e um menino foi assassinado por um disparo, só para citar os casos mais recentes.

Depois de atravessar o continente nessas condições e sobreviver à fome e as máfias, os nossos migrantes chegam exaustos ao seu principal destino: os Estados Unidos. De lá, com um claro e lamentável propósito político em época de campanha eleitoral, têm sido enviados de ônibus ou avião pelo governador do Texas até Nova York, Washington e mesmo para a exclusiva ilha Martha’s Vineyard, para pressionar políticos do Partido Democrata. Este é mais um sinal da dimensão da nossa crise, e nada nos faz pensar que a curto ou médio prazo o fluxo migratório vai parar. As causas que o originam ainda estão presentes: Maduro, seu regime e suas políticas.

Em poucos dias haverá um processo eleitoral no Brasil para escolher o presidente da República, congressistas e governadores. No entanto, a situação de nossos venezuelanos e seu futuro nos obriga a fazer um questionamento. Ao olhar os programas e planos de governo apresentados por aqueles que aspiram a liderar a nação, não encontramos nenhuma proposta ou comentário sobre algo fundamental que nos preocupa.

Brasil é um país grande, formado por imigrantes, e nossos venezuelanos agora são parte dele. Cada dia chegarão mais, porque há milhares de famílias que criaram raízes e estão trazendo parentes, assim como ocorreu historicamente com outras ondas migratórias. Ter planos e programas claros é uma garantia de uma migração legal, segura e de uma integração que contribua para o crescimento do país.

O Brasil é hoje um membro não permanente do Conselho de Segurança e integra o Conselho de Direitos Humanos da Organização das Nações Unidas, a ONU. Seu compromisso com a liberdade, com a defesa e a dignidade dos migrantes tem sido o norte que guia suas ações, sendo o único país que aplica a convenção de Cartagena, reconhecendo a condição de refugiados aos venezuelanos. Um legado que enche de orgulho às mulheres e homens do Comitê Nacional para os Refugiados, Conare, e da Operação Acolhida, aos quais jamais teremos como agradecer.

Por isso, com preocupação genuína e respeito frente ao futuro próximo, eu pergunto: qual será o destino da Operação Acolhida? O que acontecerá com o programa de atenção aos migrantes e refugiados venezuelanos no Brasil?


jueves, 1 de septiembre de 2022

La reconciliación Otro capítulo de la relación Venezuela-Colombia en 2022

 


El 29 de agosto de 2022, presentó sus cartas credenciales el nuevo embajador de la República de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, para lo que podríamos denominar una reanudación formal de las relaciones diplomáticas entre los dos países. Pero ¿dónde ponemos el punto de ruptura, en enero de 2019 con el reconocimiento del gobierno interino de Juan Guaidó por parte del gobierno del ex presidente Duque? O ¿nos apegamos a los hechos y nos remontamos al 19 de agosto de 2015 cuando en una acción ilegal y arbitraria, el régimen de Nicolas Maduro no solo decretó el cierre de la frontera con Colombia, sino que ordenó la expulsión y deportación forzosa de miles de colombianos?

La imagen terrible de hombres, mujeres y niños cruzando el río cargando lo que podían llevar dejando atrás sus casas que habían sido marcadas por las fuerzas del régimen para ser demolidas, siendo acusados sin fundamentos de crímenes y delitos es inolvidable. Siete años pasaron desde día infausto donde colombianos inocentes, muchos de ellos con años viviendo en Venezuela fueron humillados, degradados y obligados a abandonar nuestro país.


Foto: Diario El País de España, 2015

El propio embajador Benedetti, condenó en su momento esa acción y pidió al presidente Santos -a cuyo partido pertenecía-que rompiera las relaciones diplomáticas con Maduro, por ello y citando a Maurice de Tayllerand Existe un arma más terrible que la calumnia; la verdad.

Ese evento marcó una ruptura real de las relaciones transfronterizas construidas de manera formal a través de tratados y resoluciones y cuya cotidianidad no siempre armónica-es verdad-de ese tercer país llamado así por Ramón J Velásquez, la frontera se quebró. Fue un despropósito, un acto inhumano que acabó no solo con el comercio ya bastante disminuido para la época sino con la vida misma de las familias unidas por años de convivencia donde la gente no era de aquí o de allá, la gente es de la frontera.

Solo dos años después, esa migración forzada, no sería de colombianos, sino de venezolanos, primero de la frontera, a los que le siguieron cientos de todo el país y luego miles para convertirse hoy en cerca de 2 millones recibidos en Colombia, más lo que pasaron por ese territorio para continuar su camino al resto de América Latina.

Y como nuestra relación binacional siempre ha sido un divorcio con hijos, esta larga crisis después de 7 años nos encuentra con demasiados temas pendientes, algunos muy urgentes, sin embargo, mandatorio es referirse por lo menos a cuatro de ellos.

Con esa Colombia, no hay una discusión sobre la masiva y sistemática violación de los derechos humanos en Venezuela, ni su posición sobre los presos políticos. Aunque ya se anticipa su posición sobre la investigación que está abierta ante la Corte Penal Internacional lo que a su vez permite proyectar su desempeño en los organismos internacionales cuando su voto sea necesario para condenar al régimen en estos temas. La no prescripción de los crímenes cometidos y la no inmunidad de sus autores, doctrina ya establecida de la CPI impide que la anuencia política cumpla su cometido, aunque les sirva al menos para fines de propaganda.

Con esa Colombia, no tenemos un solo acuerdo integral vigente en materia comercial, porque en 2011 Venezuela dejó de pertenecer a la Comunidad Andina; no hay códigos arancelarios porque Venezuela es está suspendida del Mercosur. Lo que existe es una sucesión de resoluciones hechas a medida de cada crisis; somos un país sin seguridad jurídica para las inversiones sin acervo normativo para la integración.

Con esa Colombia, no hay una agenda nueva que incluya asuntos de Seguridad y Defensa ya que desapareció el mecanismo de cooperación formal y, no existe una Comisión Militar Binacional Fronteriza-siendo un tema importante y que no puede eludirse alegando asuntos de política interna venezolana.  Las disidencias de la FARC, la nueva Marquetalia, Iván Márquez, el ELN y los denominados GAO, más los paramilitares viven en Venezuela. Es un asunto bilateral que debe discutirse, no escurrirse.

Con esa Colombia tenemos pendiente un asunto estratégico, la delimitación de las áreas marinas y submarinas al norte de Castilletes, en silencio desde el 23 de marzo de 2009 cuando gracias al Memorando de opinión disidente del valiente comisionado presidencial Francisco Javier Nieves-Croes alertó y se detuvo el acuerdo secreto Gómez-Rondón de 2007 que entregaba a Colombia la soberanía del Golfo de Venezuela.

La integridad territorial de Venezuela demanda seriedad y responsabilidad como lo tuvieron quienes defendieron a nuestro país desde 1830 en estos asuntos. Entre ellos, el fallecido Nieves-Croes. Como afirmé em mi artículo denominado ¿Es solo el Esequibo lo que debe discutirse? Publicado en 11 de agosto de 2015, y lo cito: En diplomacia, se actúa con prudencia, sin estridencias, con pocas declaraciones y sí mucho trabajo de negociación lejos del escrutinio público que a veces lejos de ayudar, entorpece (…). Por ello, más allá del fervor nacionalista que estos temas despiertan debemos actuar con firmeza, templanza, prudencia y valor. Venezuela es primero. Hoy, no existen condiciones para retomar ese tema y esperamos que no se aborden en medio de la euforia de la reconciliación.

Con esa Colombia, dos millones de venezolanos que hoy son parte de ella elevan su voz desde el Arauca vibrador a Paraguachon-Paraguaipoa, desde Castilletes a la Goajira, desde el San Antonio del Táchira a Puerto Carreño para que no se olvide a los muertos, que se encuentre a los secuestrados y a los desaparecidos en las trochas, que se respeten los derechos de los exilados, de los expatriados, asilados, refugiados y recuerde que la integración no ocurre ahora solo en Caracas y Bogotá.

Desde el 29 de agosto comenzó a escribirse otro capítulo en nuestra convulsa relación binacional. Como evolucionará es imposible saberlo. Pero unidos como estamos por la geografía y la historia de encuentros y desencuentros políticos y diplomáticos, nunca antes lo habíamos estado como ahora por la convivencia real de los millones de familias colombo-venezolanas y venezolano-colombianas. Sin embargo, estos últimos 23 años desde 1999 con el chavismo en el poder, lejos de fortalecer la relación entre Venezuela y Colombia han sido tiempos de desconstrucción de la institucionalidad y de improvisación.  Los daños se cuentan en vidas perdidas, en oportunidades destruidas, en desinversión y decrecimiento económico cuyas víctimas son lamentablemente nuestros ciudadanos.

Veremos. 

María Teresa Belandria