viernes, 16 de octubre de 2015

La Guajira, también es nuestra




Publicado el 16 de octubre de 2015 en http://runrun.es/opinion/230189/la-guajira-tambien-es-nuestra-por-maria-teresa-belandria.html

Visité la Guajira el 9 de octubre de 2015, allí pude constatar la destrucción, el maltrato y la crisis humanitaria que si bien asola todo el país, allí muestra su peor cara.
Estos habitantes, originarios de la península Guajira y que jamás han reconocido límites pues sus tierras se extienden a lo largo y ancho de la frontera entre los dos países, históricamente han cruzado esos espacios. El pastoreo y cría de ovejos, chivos, ganado y la siembra,  así como las  artesanías han sido sus actividades desde tiempos remotos. Una sociedad matriarcal, donde la madre cuidaba de sus hijos, centrada en clanes, con leyes y costumbres que nadie había osado perturbar.  
Esto cambió dramáticamente cuando los municipios Machiques de Perijá, Rosario de Perijá, Jesús Enrique Lossada y Las Cañada de Urdaneta (Decreto 2.013) y los municipios Catatumbo, Jesús María Semprún y Colón del Zulia (Decreto 2.014) fueron colocados bajo estado de excepción en la Gaceta Oficial N° 40.746 de fecha 16 de septiembre de 2015 y la frontera entre Paraguachon y Maicao se cerró.
Para “enmendar” los horrores cometidos en el cierre de frontera con Táchira, que obligó al desplazamiento forzado de más de 20.000 colombianos, se fijó un régimen especial de tránsito a la etnia wayúu. Este régimen, ha significado para los wayúu todo lo contrario a lo que esperaban. Se traduce en la legalización de los abusos y el otorgamiento de una patente de corso para los funcionarios policiales y militares quienes, amparados en la excepción y estas normas sobrevenidas, lo interpretan arbitrariamente.
Se le exige a cada venezolano-wayúu, que presente en cada alcabala, su cédula de identidad, cédula indígena y constancia de residencia. Pues bien, aún mostrando todo ello, la autorización para ir a sus tierras depende del ánimo del funcionario de guardia. Peor aún, si un wayúu posee un vehículo de doble tracción, o nuevo, sencillamente no pasa el puesto de control del río el Limón. Allí tiene 3 opciones: devolverse a Maracaibo, dejar su automóvil o, permitir que le vacíen la mitad del tanque de combustible en pimpinas que luego son revendidas en la carretera por menores de edad, ante la mirada complaciente de quienes deberían impedir tal despropósito. Las autoridades suponen que todos son contrabandistas.
La aplicación del citado régimen de tránsito, incluye a los difuntos. Si un venezolano-wayúu fallece en Maracaibo para ser inhumado en las tierras de su clan, debe contar con un permiso otorgado en el puesto militar de La Barraca. La solicitud, debe acompañarse con: el número de deudos que asistirán (nombres, apellidos) y el número de vehículos que irán en el cortejo fúnebre. La autorización puede tardar días, o sencillamente no concederse. A ese ciudadano venezolano-wayúu se le niega el derecho de cumplir su tradición.
LaGuajiraMTB2

PHOTO: María Teresa Belandria

Describir el caos en la carretera es complejo, dos canales se transforman en cuatro porque hay 8 puntos de control. Un trayecto que toma normalmente 1 hora 30 minutos se vuelve impredecible. El tráfico avanza conforme los funcionarios policiales y militares agilicen la revisión de vehículos y personas. Una vía que carece de hombrillo o de sobre anchos donde realizar ese trabajo es sencillamente un desastre.
La carretera muestra un paisaje desolador, la basura supera con creces las plantas xerófilas típicas de la zona. Entre puesto y puesto de control de la Guardia Nacional, la Policía Nacional, Policía del estado Zulia o el Ejército, se observan niños que deberían estar en la escuela, y que se esconden embutidos en ropa, con la cara tapada por el sol inclemente para no ser reconocidos, ofrecen corriendo todos los riesgos inimaginables: gasolina. Pimpinas de 5 litros, “el punto” que tiene un precio variable. Cuanto más cerca estás del límite, más caro el combustible.  
Describir la desolación es difícil. Rostros tostados por el sol, gente deambulando por la calles esperando que lleguen las “bolsas” de comida que la gobernación ofrece pero que son insuficientes. Niños desnutridos, cuyo percentil no se corresponde con su edad, madres rumbo a Maracaibo abandonando a sus hijos para buscar algo de alimento, niños que fallecen de los cuales no hay registros. Ancianos solitarios y enfermos.
La frontera cerrada, ya hace mas de 1 mes, lejos de reducir o controlar los males que históricamente la aquejan como el contrabando, en narcotráfico, la migración ilegal, los agrava. Si bien el estado tiene la competencia para regular actividades en su territorio, una verdadera frontera se hace viva cuando hay libre intercambio de personas, bienes y servicios, cuando el ciudadano construye, produce y hace de ella no solo su sitio de residencia sino el espacio en el que nace la patria y desde allí la defiende.
El gobierno declara que está construyendo una nueva “frontera de paz”. La contradicción salta a la vista, ¿paz cuando se aumenta el pie de fuerza militar?; ¿paz cuando los venezolanos-wayúu son discriminados en su propia tierra?; ¿paz con toque de queda a las 8:00 p.m que no está contemplado en el estado de excepción pero que se aplica en la Guajira? Así como defendemos con convicción que el territorio Esequibo es nuestro, ha llegado la hora de que asumamos también que los venezolanos-wayúu deben ejercer plenamente sus derechos ancestrales con libertad y dignidad y que, la Guajira también es nuestra.

@matebe


martes, 6 de octubre de 2015

María Teresa Belandria: el dialogo militar con Colombia


Mi entrevista con María Alejandra Trujillo en RCR 750 AM




María Teresa Belandria: el dialogo militar con Colombia

jueves, 1 de octubre de 2015

Venezuela y Colombia, un divorcio con hijos




La relación entre Venezuela y Colombia históricamente ha oscilado entre el esplendor y la crisis; la hermandad y la desavenencia, el amor fraterno y la confrontación. Sin embargo, este nuevo incidente tiene características y consecuencias diferentes, tanto en la forma en que se ha conducido como en el trasfondo que la ha desatado.
En los eventos de los últimos 15 años, ninguno, a pesar de su gravedad fue objeto de tratamiento extraordinario, vale decir, de la declaratoria de un estado de excepción para atender el problema y encontrar una solución. Esto era posible, ya que los mecanismos de negociación y consulta: la Comisión Negociadora (CONEG), la Comisión Presidencial de Integración y Asuntos Fronterizos (COPIAF) y la Comisión Militar Binacional Fronteriza (COMBIFRON) sesionaban de manera permanente. Recordemos,   algunos de esos casos para ilustrar la especificidad de esta crisis.

En el año 2000 Hugo Chávez en la Asamblea Nacional declaró la neutralidad de Venezuela frente al conflicto colombiano. Esto se tradujo en tensiones con el ejecutivo de neogranadino y dio cuenta de la cercanía ideológica con la guerrilla de las FARC-EP y el ELN.  En 2002, luego de los eventos de abril y el asilo político concedido por Colombia a Pedro Carmona, comenzó el distanciamiento y el aumento de las agresiones verbales en ambos lados del límite, pero la frontera no se cerró, la pelea, se entendía estaba delimitada, entre Nariño y Miraflores.

En 2007, se produjo una distensión cuando Álvaro Uribe aceptó la mediación de Hugo Chávez para iniciar el proceso de liberación de los secuestrados por la FARC-EP, entre otros, Ingrid Betancourt, Clara Rojas, Consuelo Fernández, Luis Eladio Pérez y además los Presidentes de la CONEG en Hato Grande pactaron, con la anuencia de ambos mandatarios un pre-acuerdo de delimitación de las áreas marinas y submarinas, conocido como la hipótesis Gómez-Rondón. Esta iniciativa duro muy poco, se liberó a algunos de ellos, pero el gobierno de Colombia hubo de poner freno a la actuación del gobierno venezolano quien se atribuyó competencias excesivas sobre los mandos militares de esa nación. La frontera seguía abierta, se aumentaron los controles, pero al igual que en 2002, la discusión no trascendía a las poblaciones fronterizas. En tanto el intercambio comercial,  de bienes y servicios lejos de disminuir aumentaba consistentemente.

La neutralización de Raúl Reyes en territorio ecuatoriano y la orden de Venezuela de movilizar 10 batallones a la frontera, la aparición de los AT-4 en manos de la FARC-EP, armamento adquirido por y para la fuerza armada venezolana y la firma del Acuerdo de Cooperación Militar entre Colombia y EE.UU encendieron el tono. Esos años 2008 y 2009 estuvieron marcados por la discordia, el insulto, la descalificación, la denuncia y la amenaza Sin embargo, la confrontación política se quedaba en los Presidentes. La frontera no se cerraba.

En 2010, Colombia denunció en la OEA la existencia de campamentos de la guerrilla en Venezuela, finalmente se produjo la ruptura de las relaciones diplomáticas.  Chávez peleó con Uribe, para volver con el recientemente elegido Juan Manuel Santos, ex ministro de Defensa, enemigo jurado del gobierno venezolano tanto por lo que sabía como por lo que había dicho. La frontera no se cerró. No se decretó estado de excepción. Solo se cerraron las embajadas.

Nicolás Maduro, Canciller de entonces fue enviado a la toma de posesión. Poco tiempo después en Santa Marta, los mandatarios estrecharon sus manos y quedó para la historia la frase del neogranadino “somos los nuevos mejores amigos”. Se sellaba así un pacto. Por una parte, Santos capitalizaba la influencia y amistad de Chávez con la guerrilla y los Castro para iniciar “oficialmente” las negociaciones de paz y por  el otro, Chávez engavetaba en expediente de los campamentos, las armas y el pre-acuerdo de delimitación. Una relación ganar-ganar.

Ese acuerdo de Santa Marta,  sigue vigente. Ha tenido momentos de tensión: la captura de Walid Makled y su deportación; el recibimiento del candidato presidencial Henrique Capriles; la obligada y forzada respuesta de la Cancillería colombiana a los insultos proferidos a sus ex mandatarios; en esencia el pacto de no agresión ha funcionado.  Este orden convenido, se rompe el 19 de agosto de 2015, cuando se decreta el estado de excepción y se ordena el cierre de la frontera. Se desata entonces la primera gran crisis que  afecta directamente a los colombo-venezolanos, a los habitantes de la frontera. Las cifras de la ONU revelan la magnitud de lo ocurrido, más de 1.800 deportados y más de 20.000 desplazados.

Las denuncias de violación de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario han sido documentadas y seguirán el curso que ordenan los tratados y convenios ante las instancias judiciales. Mandatorio es recordar que no prescriben. La frontera tiene a la fecha 42 días cerrada.
De nada le sirve a los habitantes de la frontera que regresen los embajadores a Caracas y Bogotá, si ellos, no pueden llevar a sus hijos al colegio sin tener que tomar 2 transportes o montarlos en una lancha que cruce el Arauca sin ser objeto de revisión por las fuerzas militares, o asistir a citas médicas para tratamientos de diálisis y quimioterapia. Los comerciantes cerrados por falta de insumos y de mano de obra en la zona industrial o en los sembradíos no recuperarán sus inversiones mientras la burocracia conviene la fecha de la próxima reunión. El modus vivendi se ha roto, los ciudadanos están llenos de miedo, frustración, rabia e incertidumbre mientras Nariño y Miraflores acordaron pasar la página.

Por último, y empleando palabras de Juan  Manuel Santos luego de la reunión de Quito, el gobierno de Venezuela “rompió las reglas del juego”. La interrogante que surge de tal afirmación es ¿Cuáles son las reglas? ¿Cuál es el juego?  ¿Dejar que la frontera muera de mengua? ¿O es que acaso la paz de Colombia es más importante que la defensa de los derechos de nuestros ciudadanos y de los propios colombianos?



Sabiamente advertía Leandro Area,  que no puede entenderse la crisis con Colombia, solo y únicamente en la frontera. La relación es binacional.  A ello le agrego, que esa relación es multidimensional, cooperativa, interdependiente, compleja y complicada, tanto como un divorcio con hijos. Ni podemos pelearnos infinitamente, ni arreglarnos definitivamente. Por el bien de los hijos de ambos lados del límite pedimos: Que se abra la frontera ya.

María Teresa Belandria