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El 10 de noviembre de 2013 estuve en el territorio Esequibo y allí vinieron a mi memoria muchos recuerdos. El primer día a las 7:00am a los Alféreces del Curso Militar de la Academia Militar en 1994; inexperta y asustada mi sorpresa fue mayor cuando dije “buenos días” y 20 jóvenes enérgicos, firmes y a viva voz me contestaron “buenos días profesora”. Pasaron los años y de la Academia Militar, tuve el honor de dictar clases en el Curso Avanzado  de la Escuela de Infantería y como reza su himno “Reina eres tú de las Batallas” aprendí de los infantes el significado de Selva, Cazadores y la dureza de estar lejos de la casa, la familia, los afectos y las comodidades defendiendo las fronteras. Luego en la Escuela de Artillería, A la Gloria por el Sacrificio comprendí la importancia del fuego y el trueno, la complejidad de la técnica y el apoyo entre las armas para que nuestro territorio estuviera seguro cada día en manos de hombres y mujeres comprometidos, no con un color político, ni una ideología, sino con un ideal sagrado que trasciende a las personas y a los líderes: La Patria.
El viaje fue largo, los diputados de la Movida Parlamentaria, María Corina Machado, Leomagno Flores, Freddy Marcano, Ángel Medina, Juan Pablo García; José Gregorio Contreras; Américo de Grazia; Juan Guaidó, los periodistas Gabriela Amorín, Daniel Palacios y Reyes Theis, el médico Winston Flores y el abogado Gerardo Fernández, que íbamos desde Caracas partimos en avión a Puerto Ordaz a las 6:30am, al arribar a Ciudad Guayana, tomamos un transporte que nos llevaría a Tumeremo. En la ruta, una Alcabala del Ejército antes de El Cintillo nos detuvo, con absoluta cordialidad un primer Teniente abordó la unidad y allí recordé el “Selvas por Venezuela”, ese fue mi saludo ante su sorpresa y su sonrisa. Luego de la inspección continuamos nuestro camino. En Tumeremo cambiamos a vehículos de doble tracción y se nos unió el diputado Eduardo Gómez Sigala; Leopoldo López y el Gral Antonio Rivero. La travesía nos lleva a pasar por el poblado de San José de Anacoco, último lugar con conexión telefónica en una bodega al borde de la carretera.
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Me corresponde compartir el trayecto con los periodistas del Correo del Caroní, son 3 horas de amena conversación en las ellos que descubren a donde vamos, y se emocionan al igual que yo porque aún siendo de Bolívar nunca han estado en el territorio Esequibo. Una experiencia que nos unió para siempre, entre risas, temores, chistes y anécdotas.
Desde allí es una recta interminable plagada de baches, fallas de borde, árboles caídos;  basura, ranchos de mineros,  tierra rica en el suelo pero abandonada de toda autoridad civil. En kilómetros no se ve ni un alma. Nos pasa rápidamente una camioneta blanca, que se para en cada campamento minero, se bajan 4 hombres y rápidamente siguen su camino, nos comentan que son los jefes de los mineros que están cobrando su cuota y que van fuertemente armados
Pasamos el puesto terrestre BST del 512 BIS del Ejército Nacional Bolivariano G/D “Tomás de Heres” Isla de Anacoco, ese que tantas veces mis alumnos infantes me contaron y que tengo en mis mapas como el lugar donde la Isla que está cruzando el Cuyuní se une al Rio Venamo y que delimita el Estado Bolívar con la Zona en Reclamación. Por fin estaba viviendo la historia.
Después de 30 minutos, de un camino más parecido a una pista de deportes extremos que una carretera avistamos el último poblado del estado Bolívar en el Municipio Sifontes, un puesto de la Guardia Nacional a la derecha en la entrada y un  letrero a la izquierda nos recibían “Wakupe Auyesak Kongman. Bievenidos A, Welcome San Martin de Turumban”.
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Ahora sí, frente al imponente Cuyuní teníamos al Territorio Esequibo,  nuestro destino. Tomamos las lanchas y atravesamos el río. El trayecto es corto, pero el río al que le dicen también Diablo tiene unas corrientes que solo los expertos saben sortear. La inestabilidad de la lancha, el vaivén del agua más las escaleras desvencijadas de un improvisado puerto por el que se suben provisiones, gasolina, niños, mujeres embarazadas, mineros, comida y todo cuanto usted pueda imaginarse hacia más emocionante y complicada la llegada. Finalmente, puse pie en Eterinbang, había llegado a nuestro Esequibo.
Ese territorio en reclamación que tengo 19 años explicando en mis clases de Fronteras y Soberanía, esa Guayana Esequiba con el mapa de rayitas que me enseñaron en la escuela, ese Esequibo que cantó Tempano en los 80 y que es tierra venezolana. Mi emoción me hizo derramar una lágrima en silencio. Allí estaba, en ese lugar que he enseñado a mis alumnos a conocer y defender. En el espacio geográfico donde nace la patria en el este  para extenderse hasta Castilletes al oeste y mirar hacia el norte por Isla de Aves. Ese pedazo de tierra defendido por nuestros valientes oficiales y soldados de la 5ta División de Infantería de Selva y por nuestros heroicos marinos de la REDIMA que plantando cara a Guyana preservan nuestra fachada atlántica. A ellos vaya mi admiración y respeto por su trabajo, entrega y sacrificio.
Ese viaje al Esequibo para mi comenzó hace 19 años de la mano de ellos mis primeros alumnos del Ejército quienes con sus relatos, historias, anécdotas y vivencias me enseñaron a amar y defender la integridad territorial de mi pais. Así que hoy grito con orgullo. Selvas por Venezuela. EL ESEQUIBO ES NUESTRO.